Antes de ser humanos

En 1924, los trabajadores de una cantera de cal en Taung, Sudáfrica, encontraron un pequeño cráneo fosilizado (véase imagen 3). Raymond Dart (1893-1988), el anatomista que lo examinó, llegó a la conclusión de que se trataba del de un niño, y que su mezcla de características simiescas y humanas sugería que era de un tipo antecesor de los humanos. Llamó al niño de Taung Australopithecus Africanus («simio africano meridional»), pero debieron pasar más de dos décadas para que se reconociera su estatus de posible antecesor humano. Actualmente, se considera que tiene entre 2,8 y 3,3 millones de años de antigüedad.

En la actualidad se reconocen siete especies de Australopithecus, casi todas ellas de África oriental y Sudáfrica. Tienen cerebros pequeños, de 300 a 600 cm3, aproximadamente un tercio del de los humanos modernos. Caminaban erguidos, pero tal vez no fueron los primeros homínidos bípedos. En general, los australopitecos tenían los caminos más pequeños que los simios, pero conservaban grandes molares para masticar alimentos resistentes en una dieta sobre todo vegetariana. Sin embargo, existen considerables variaciones en los cruces en y entre especies, y el género muestra una amplia gama de rasgos humanos y simiescos.

Especialmente en las primeras investigaciones, se estableció una diferenciación clave entre especímenes gráciles y robustos. Los robustos, de Sudáfrica, Kenia y Etiopía, se suelen clasificar en la actualidad dentro del género Paranthropus. Estos se describen aún a veces como «australopitecinos», un término amplio que incluye a otros primates homininos del este y el nordeste de África. Entre ellos se encuentran (de más antiguos a más modernos) Sahelanthropus tchadensis, Orrorin tugenensis, dos especies de Ardipithecus y Kenyanthropus platyops (véase pág. 18).

La especie documentada más antigua del género Australopithecus procede de Kenia y Etiopía. A. anamensis, de hace 4,2 a 3,9 millones de años, es probable que viviera en un hábitat parcialmente boscoso, y fue tal vez el antepasado de la siguiente especie más próxima, A. afarensis, de hace 3,9 a 2,9 millones de años. Es la especie a la que pertenece el famoso fósil etíope conocido como Lucy (véase imagen 1). Don Johanson (1943-) y sus colegas encontraron el 40% del esqueleto de Lucy, una hembra adulta joven, en 1974. En vida, es posible que midiera unos 110 cm y que pesara unos 30 kg. Los machos pudieron haber sido un 50% más grandes. Este dimorfismo sexual se ha reducido en gran medida en los humanos. A afarensis muestra una mezcla de rasgos simiescos y más humanos, en especial su adaptación a la marcha bípeda, un desarrollo que precedió a un aumento del tamaño del cráneo. De todos modos, varias características, que incluyen la reducción del tamaño de los dientes y de la longitud de los brazos, sugieren un avance evolutivo de sus primates predecesores.

Otros australopitecinos importantes de áreas más septentrionales de África incluyen A garhi, de hace unos 2,5 millones de años. Se parece a A afarensis, pero tiene algunas características más simiescas, como los molares más grandes. De todas formas, se encontró relacionado con huesos de animales que presentaban marcas de cortes y herramientas de piedra rudimentarias. Esto puede hacerlo candidato a ser una de las varias especies de australopitecinos que podría estar en línea directa en la evolución humana. Sin embargo, algunos investigadores consideran que los australopitecinos constituían una rama sin futuro en el árbol de la evolución, y no eran antepasados directos de los humanos.

Después del descubrimiento del niño de Taung, se han encontrado cientos de especímenes de A. africanus entre otros homininos fósiles en un grupo de yacimientos al norte de Johanesburgo. El más antiguo se puede datar hace 3,3 millones de años; la mayoría tiene una antigüedad de 2,1 a 3 millones de años. En muchos aspectos son semejantes a los A afarensis más antiguos, pero tienen algunos rasgos más humanos, que incluyen un neurocráneo más grande y una cara más plana. Sin embargo, también tienen algunas características simiescas, como unos brazos largos en relación con la longitud de las piernas. Junto con A garhi, A. africanus y una especie descubierta recientemente, A. sediba (véase pág. 18) han sido también propuestos como antepasados humanos.

La morfología cambiante de los australopitecinos se relaciona en parte con un modo de vida más terrestre que arbóreo. Las adaptaciones para trepar y moverse en los árboles, como pies y tobillos planos y movibles, y dedos largos y curvos, facilitan los desplazamientos. Las huellas de Laetoli en Tanzania (véase imagen 2), procedentes probablemente de tres A afarensis y conservadas por las cenizas volcánicas, han proporcionado datos muy importantes sobre la anatomía de los pies, que incluye su arqueado. No se entiende muy bien la relación entre los cambios del esqueleto y el hábitat y los cambios climáticos. Puede estar vinculada con una flexibilidad aumentada en áreas mixtas de bosques y praderas, donde los primeros australopitecinos aprovecharon una amplia gama de posibilidades dietéticas, y como respuesta a los ambientes rápidamente cambiantes.

Los australopitecinos han tenido una gran importancia en estudios de la evolución humana, en particular porque el descubrimiento de A africanus fue el primero que hizo llamar la atención sobre África como el continente en el que evolucionaron los humanos.